La joyería anal está en racha, si se me permite decirlo. Y hay que decir que viste cualquier trasero en busca de un poco de brillo. Vidrio, metal o silicona, decorado con un bonito cristal o un elegante dibujo, hay para todos los gustos. Y su forma aerodinámica no deja lugar a dudas sobre su uso. Todas las buenas razones para ceder a los cantos de sirena del tapón del culo. Sin embargo, hay que hacer algunas recomendaciones…
En primer lugar, aunque el intenso desafío parezca profundamente excitante, los especialistas desaconsejan unánimemente llevarlo durante todo un día seguido. De hecho, llevar un objeto de este tipo durante más de varias horas ya es una actuación olímpica. Por lo tanto, se recomienda no superar los 30 minutos por sesión, a riesgo de exponerse a diversos problemas especialmente desafortunados. Irritación, inflamación, hemorroides o incluso hinchazón del esfínter que impide cualquier retirada, nuestra tolerancia a los cuerpos extraños es siempre limitada.
El corolario de este consejo es que tampoco es aconsejable dormir con él, por la sencilla razón de que en medio del sueño, uno podría pasar por alto las alarmas del cuerpo que avisan de un riesgo: dolor, hemorragia, y despertarse a la mañana siguiente bastante molesto.
Usar lubricante, en cada introducción. Incluso si tiene alguna experiencia en la dilatación anal, la aplicación sistemática de un lubricante no es superflua. Porque aunque, una vez insertado el tapón, éste quede inmóvil, el cuerpo sigue moviéndose a su alrededor, lo que aumenta el riesgo de que se produzcan microlesiones bastante desagradables. ¡Tiene que deslizarse!
Por último, y lo más importante, empiece con algo pequeño. La idea de introducir un objeto de gran tamaño en sus cuartos traseros es ciertamente excitante, pero no hay necesidad de tener los ojos más grandes que las nalgas. El placer anal es un juego sutil, y apostar demasiado es la mejor manera de conseguir el asco…